«[...] Resolved lo que queráis, pero afrontando la responsabilidad de dar entrada a esa mitad de género humano en política, para que la política sea cosa de dos, porque sólo hay una cosa que hace un sexo solo: alumbrar; las demás las hacemos todos en común, y no podéis venir aquí vosotros a legislar , a votar impuestos, a dictar deberes, a legislar sobre la raza humana, sobre la mujer y sobre el hijo, aislados, fuera de nosotras.»
(Clara Campoamor Rodriguez; Madrid, 12 de febrero de 1888 – Lausana, 30 de abril de 1972.
El voto femenino y yo: mi pecado mortal, 1935)
La educación, como acción humana que pretende intervenir en nuestras sociedades para mejorarlas, es un actividad política, un intento colectivo de repensar la polis para hacerla más humana y habitable... Y es así que todo acto político es cuestión de quienes por él están concernidos: mujeres y hombres, rurales y urbanitas, pobres y ricos. Nadie se puede sentir concernido por leyes o deberes establecidos mediante mecanismos que excluyen todo cauce para su participación política... Ése es el gran ejemplo que nos dieron las sufragistas, que nos viene recordando en los últimos cien años la celebración del Día Internacional de la Mujer, que nos dio Clara Campoamor hace ochenta... Y es un ejemplo que debiera plasmarse también cotidianamente en cada aula, haciendo de la educación una parte de la política de igualdad, no ya sólo desde el cuidado (formal) en el uso de un lenguaje no sexista, sino en la voluntad (material) de propugnar y construir un mundo no sexista.
Nacho Fernández del Castro, 8 de Marzo de 2011.
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