«No podéis preparar a vuestros alumnos para que construyan mañana el mundo de sus sueños, si vosotros ya no creéis en esos sueños; no podéis prepararlos para la vida, si no creéis en ella; no podríais mostrar el camino, si os habéis sentado, cansados y desalentados en la encrucijada de los caminos.»
(Celestin Freinet; Gars, 15 de octubre de 1896 - Vence, 8 de octubre 1966)
La verdadera educación, la que lleva a cambiar el mundo, afrontar la vida, ensayar caminos, exige de quien pretende enseñar (profesorado o familias) el ánimo utópico que quiere mundos nuevos, la alegría cotidiana que afirma con cada gesto la vida, el aliento renovado que busca caminos divergentes... Sin ese sincero afán de innovar ámbitos y relaciones, de renovar estrategias y esperanzas, es imposible provocar aprendizajes que hagan crecer a las personas. La docencia, como la ciencia, puede y debe ser escéptica, pero nunca puede ni debe proyectar apatías, cansancios o desalientos; nunca puede, en suma, manifestarse como renuncia desesperanzada.
Nacho Fernández del Castro, 26 de Febrero de 2011.
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